Se apropian de las calles del Centro de la Ciudad de México. Caminan seguras hacia su objetivo. Cantan consignas, se escucha fuerte y claro: “¿Por qué, por qué, por qué nos asesinan si somos la esperanza de América Latina?”. La gente les mira con temor, desprecio e indignación. Desaprueban su vestimenta, que no muestren el rostro, sus maneras, sus intenciones. Caminan a la par de ellas y se dicen el uno al otro: “Pliego petitorio ni qué mis huevos… ¿No que quieren igualdad? ¿Por qué piden privilegios?”.
Las mujeres toman las calles para visibilizar una realidad: más de 265 feminicidios de los que se tiene información en lo que va del 2020. Como el de Ingrid Escamilla que fue asesinada, descuartizada, desollada, y posteriormente exhibida y juzgada en los medios de comunicación. Caminan para exigir justicia a un Estado que parece no escuchar, una sociedad que detesta ver las paredes pintadas, pero parece no inmutarle la cifra creciente de mujeres y niñas asesinadas en México al día. La necesidad de ganar likes con los memes de burla y el morbo de ver una y otra vez un cadáver desollado son más fuertes que el sentimiento de empatía o humanidad.
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La indignación está tergiversada en algunas personas y la idea de justicia parece no ser la misma para todos. Grupos de feministas, junto con familiares de niñas y mujeres desaparecidas, vienen a exigirle al presidente de México, aquel a quien defendieron o por quien votaron en las pasadas elecciones, algo que concierne a todas las mujeres del país. Arriban al Palacio Nacional con los puños en alto, con pancartas del rostro de Ingrid, con los nombres de las desaparecidas, con las consignas de siempre:
“¡Señor, señora, no sea indiferente, se matan las mujeres en la cara de la gente!”, “¡y tiemblen, y tiemblen, y tiemblen los machistas, que América Latina será toda feminista!”. Y las consignas creadas para esta manifestación en particular: “¡Justicia sí, rifa no!”, “¡Ingrid somos todas!”.
Las compañeras organizadas, eligen quien le ponga voz al pliego petitorio para los medios de comunicación que cubren la noticia. Con pañuelo verde en rostro, se escuchan los 14 puntos en los que se exige la revisión de expedientes y su atención como feminicidios, disculpas públicas por parte de los medios que tuvieron la crueldad de difundir las imágenes de Ingrid, el reconocimiento de las violencias que viven las mujeres en distintos ámbitos, legislaciones con perspectiva de género, atención a la violencia en las universidades, a los procesos institucionales que impiden que haya justicia en los casos de feminicidio, acciones de prevención, derechos plenos. Dignidad.
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“El Estado mexicano es un Estado feminicida y omiso ante todas y cada una de las exigencias que tenemos y lo que exigimos es vivir libres de violencia y el derecho a la vida”, concluye la compañera en el mismo momento en el que, dentro del Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador recita un decálogo con el que intenta disimular su indiferencia ante la violencia feminicida.
Dice que tiene la conciencia tranquila, otra vez aludiendo a la religión. Su lectura del decálogo se parece a la presentación de aquella tablita de los 10 mandamientos que nadie respeta, de los que nadie se acuerda. Un tibio y gris decálogo que sigue sin exigir que no se mate a las niñas ni a las mujeres, que no las revictimicen, que no se ignoren sus muertes.
Las manifestantes conceden entrevistas, responden las preguntas, sus respuestas son claras: ya no más simulación de que se está haciendo “lo posible” por erradicar esta violencia, se necesita parar esta ola de feminicidios, acabar con la indiferencia. Dentro del Palacio, la reportera Frida Guerrera cuestiona al presidente. La respuesta es la misma: clichés de palabras, sonrisas que parecen cínicas. Mientras tanto, quienes protestan afuera siguen sin recibir una respuesta honorable, viven en la indignación y la tristeza.
Los medios de comunicación insisten en dividir a las manifestantes en pacíficas y vándalas. Para ese momento, ya se difundieron imágenes de las pintas en las puertas del Palacio Nacional, puertas a través de las cuales recibieron a una comisión de manifestantes que finalmente no fueron atendidas, cuyas peticiones fueron ignoradas, volviendo a la simulación que ya se ha denunciado en numerosas ocasiones.
La primera de las manifestaciones organizadas por las feministas ese 14 de febrero dejó el mensaje de “Estado feminicida” en la puerta 1 del Palacio Nacional, sobre un fondo de aerosol color rosa fosforescente. Las frases “nos matan” y “no nos callarán” acompañadas de símbolos feministas y anarquistas se observan en la puerta Mariana y en sus paredes, mismas que tendrán el nombre de Ingrid por siempre, aunque se empeñen en limpiarlo.
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- Comunicóloga y feminista. Licenciada en Comunicación Social y Maestra en Estudios de la Mujer por la UAM Xochimilco. Doctorante en Comunicación en la Universidad Iberoamericana. Investigadora en materia de comunicación, género y tecnologías de la información. Promotora cultural y profesional en difusión y divulgación. fue integrante fundadora de la estación UAM Radio. Locutora ocasional. Creadora permanente y activista en colectiva.