Quizá para muchos el 25 de noviembre es un día cotidiano. Sin embargo, otras personas esa fecha la ocupan para generar un grito colectivo: ¡Basta de golpes! ¡Basta de celos! ¡Basta de chantajes!¡Basta de manoseos que no he pedido en el transporte público! ¡Basta de piropos no deseados! ¡Basta de no reconocer mi trabajo en el hogar! ¡Basta de robar, secuestrar y engañar a niñas, adolescente y jóvenes para explotarlas sexualmente! ¡Basta de muertas! ¡Basta! A la lista podríamos agregar más conductas, el hecho es que el 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional para Erradicar la Violencia contra las Mujeres y las Niñas.
La historia se remonta a los años 60 en República Dominicana, donde tres hermanas, María Teresa, Minerva y Patria Mirabal, conocidas como las mariposas, encabezaron hechos de protesta contra el dictador Rafael Leónidas Trujillo, quien después de encarcelarlas y ponerlas en libertad, sin más las mandó a asesinar. En honor a las hermanas Mirabal se estableció en el primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, celebrado en Bogotá, Colombia en 1981, que cada 25 de noviembre se conmemorará el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer.
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En México los datos muestran una terrible realidad. Según la más reciente Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), 66.1 por ciento de las mujeres mayores de 15 años ha padecido algún incidente de violencia: 43.9 por ciento han sido agredidas por sus parejas; 49 por ciento ha sufrido violencia emocional, 29 por ciento violencia económica y 41.3 por ciento violencia sexual. Dos de cada diez mujeres que vivieron violencia se acercaron a una autoridad a pedir ayuda y las entidades donde se observa la mayor parte de los casos de violencia hacia la mujer son el Estado de México y la Ciudad de México.
Tenemos 59 años conmemorando el fallecimiento de las hermanas Mirabal, con lo cual se pretende visibilizar la violencia que viven las mujeres por ser mujeres y la lucha histórica de algunas para generar la iniciativa de un cambio. Pero ¿qué tendríamos que cambiar y quiénes tendrían que cambiar? Salí a la calle a preguntar a hombres y mujeres.
Julia, una mujer de 60 años, ama de casa y viuda con dos hijos, opina que quienes deben cambiar son las mujeres, porque ellas son las que ponen en el centro de su vida a los hombres. “Lo que se tendría que cambiar es la educación desde casa —me dice— hablar y tratar a los hijos con igualdad. Tanto hombres como mujeres son sabios, fuertes e inteligentes. La base está en el respeto”.
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Neli, abogada feminista de 45 años quien ha trabajado de cerca el caso de la muertas de Juárez, piensa que quienes deben cambiar son los hombres, específicamente aquellos que golpean, chantajean, hacen menos, se burlan, celan a sus parejas, amigas, madres, hermanas o hijas. “Ellos son a los que se les tendría que brindar atención —me comenta esta mujer que también es presidenta de una organización de la sociedad civil— y de empezar a cambiar el estereotipo de lo masculino, dejar de exigirles fuerza, valentía, fidelidad, dinero, disponibilidad sexual, etcétera”.
Raúl, hombre soltero de 39 años, me dijo que para él todo eso de la violencia a las mujeres por ser mujeres no existe. “Las mujeres son bien cabronas y los hombres somos sus marionetas. Ahora, quien vive violencia es porque quiere”. Me llama la atención que la pregunta lo haya hecho reír y sonrojarse. “Nunca le pegaría a una mujer —continúa—. Sí, he celado a mis novias, pero a ellas les gusta porque saben que me interesan. Los celos no son malos, sino cómo los manifiestas”.
Ricardo, de 50 años, médico recién divorciado con tres hijos y abuelo de dos niñas sugiere que sí las mujeres hicieran lo que les corresponde, es decir, estar en la casa, atender al marido, cuidar a los hijos, estar bonitas, no habría motivo de violencia. “El hombre actúa así cuando las mujeres se inmiscuyen en los roles del hombre, nos vemos amenazados y respondemos agresivamente, defendiéndonos”. Me mira insistentemente y me pregunta si estoy casada. Le respondo que no. “¿Y sabes por qué? Por estar haciendo cosas de hombres” me dice asintiendo con la cabeza. “Las mujeres son muy provocativas y después no saben qué hacer con su supuesta libertad. Me pregunto de qué o de quiénes se quieren liberar”.
Santa, de 28 años quien se considera activista por los Derechos de las Mujeres, me contó que su pareja tiene una enfermedad mental: constantemente se siente inquieto y la mano derecha le tiembla mucho. Por eso debe tomar un medicamento de forma permanente. Era buena persona, muy amoroso y tranquilo. “Un día llego borracho a casa, no pudo controlar su furia y me golpeó como nunca lo había hecho. Yo salí corriendo del departamento a refugiarme con mi vecina. Él no me siguió. Al día siguiente su doctora me habló y me dijo que él ya no estaba tomando su medicamento y que podría venir una fuerte crisis. Me sugirió que buscará apoyo y me alejara. Así lo hice”. Santa se mantiene pensativa, ríe disimuladamente y dice: “un cambio es muy difícil porque no sabría que hay que cambiar ¿Por qué el amor entre dos personas no se puede vivir sin violencia, los celos, la Infidelidad, los golpes, la pobreza? —la chica suspira y remata— Todo es muy complejo”.
Stefany, estudiante de 15 años, en una actitud muy definida rápidamente responde: “Quienes tenemos que cambiar somos las mujeres, porque ningún güey te tiene porque pegar o revisar el celular o tu Facebook. Las mujeres somos unas chingonas y yo no me dejaría de ningún pendejo”.
¿Quién tendrá la razón? ¿Quiénes generan la violencia y por qué lo hacen? A estas preguntas desde muchos enfoques se les ha dado respuesta. Quizá podríamos decir que cada quien habla de cómo le va o le fue en la feria.
Lo que sí creo es que institucionalizar un día no impacta en la vida cotidiana de las mujeres o de los hombres, por más eventos gubernamentales que se hagan o ferias de servicios, marchas, plantones. Colorear la ciudad de rosa, no es suficiente porque la constitución de lo femenino y lo masculino rebasa los esquemas sociales e incluso los biológicos.
Este 25 de noviembre podríamos repensar nuestras histerias, obsesiones y perdonarle la vida al que está al lado, enfrente o tras. No importa si es hombre o mujer, la violencia no es la única forma de cuidarnos y protegernos. Bien lo escribió John Lennon: All you need is love, love is all you need.
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- Socióloga.