No ha sido una buena mañana. En cuanto Rosalba despierta el mareo la ataca, también el dolor del estómago y la pesadez en la cabeza. Pero nada se compara con la nausea. Cualquier olor, hasta el agua, provoca la sensación de vomito. Con los ojos aún cerrados estira el brazo para alcanzar un pequeño frasco. Se incorpora y de inmediato se toma unas gotas de un extracto. Poco a poco el dolor se va y el mareo y la nausea disminuyen. Por fin sus párpados se levantan. Prende un cigarro que ella misma forjó. Jala el humo y luego lo expulsa. Conforme la nube se disuelve sus malestares desaparecen. Va a la cocina y se prepara un jugo verde con una receta que ella diseñó. Lo bebe y al poco tiempo se le antoja un poco de fruta y chocolate cannábico. Los come. Pareciera que la chica sufre los estragos de una buena borrachera. La cruda. Ojalá fuera así.
Hace tres años Rosalba González comenzó a sentir estos síntomas. Primero le dijeron que tenía una úlcera péptica, después que colitis ulcerativa, luego la diagnosticaron con Hepatitis C y como la inflamación del hígado afecta la bolsa del estómago, los médicos le dijeron que esa puede ser la razón por la que ha tenido tantos problemas gastrointestinales. El especialista que actualmente la atiende en California, donde ahora vive, le ha dicho que tiene síndrome del intestino irritable y otra doctora le quiere hacer el estudio para celiacos. Sin embargo, nadie tienen un diagnóstico certero y como los medicamentos jamás han hecho que mejore, comenzó a experimentar con la comida cannábica.
“El cannabis me ayuda a dos cosas” me explica Rosalba. “Una hace que me abra el apetito porque todo me da asco, no me da hambre y puedo no comer por días. Me siento débil, me siento cansada porque no estoy consumiendo lo que necesito. Y yo tengo una dieta especial. No puedo comer leche, huevo, muchas proteínas, el gluten tampoco, me siento súper mal”.
Las gotas que toma al despertar y después cada dos horas son de un extracto del canabinoide CBD; el cigarro de marihuana complementa las gotas y le provoca hambre. Es entonces que va a la cocina y prepara su versión de jugo verde sin nopal, toronja y apio, los elementos básicos de esta bebida según sus devotos. En su lugar la chica mete al extractor:
1/2 taza Espinacas.
2 cucharadas de corazones de cáñamo.
1/4 de taza de jugo de zanahoria.
1/4 de taza de jugo de granada.
1 cucharadita de miel.
1/2 cucharadita de cúrcuma.
12 gotas de suplemento (diente de león, cardo mariano, jengibre).
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Cada componente de este licuado espumoso con semillas flotantes, que recuerda a una pócima de cuento de hadas por el color verde, tiene una razón. Las espinacas y el cáñamo le dan la energía y proteína que necesita su cuerpo; la cúrcuma desinflama su sistema digestivo y el colon, además previene el crecimiento de tumores estomacales; el jugo de zanahoria limpia y detoxifica el hígado; la granada combate la depresión. La miel limpia y previene el cáncer del colon; el diente de león previene las hemorragias de hígado y mejora la pureza de la sangre y el flujo de bilis; y el cardo mariano detoxifica y protege el funcionamiento del hígado. Después de esto come fruta cubierta en chocolate preparado con cannabis. Para entonces ya se le antojan los alimentos y está lista para comer.
“Yo nunca tuve problemas antes de empezar a sentirme mal”, dice Rosalba . “Yo siempre estuve bien. Mi papá siempre tuvo problemas, desde que nació, no puede tomar leche, lácteos. Yo creo que viene por ahí. A mí ahorita lo que me tiene algo deprimida es que se me está complicando. Ya estoy teniendo dolores más severos en el colon, aparte del estomago. Es la razón por la que no dejo el cannabis. Es algo más preventivo”.
Rosalba empezó a consumir el cannabis tras la recomendación de un familiar para tratar la nausea. Él mismo le preparaba los concentrados. La chica notó mejoría al poco tiempo así que con sus propias plantas comenzó a hacer el jugo en crudo. Por primera vez, después de dos años de consumir entre 50 y 70 pastillas a la semana, sintió alivió en el estómago. Desde entonces ha investigado las posibilidades de la comida cannabica como medicina.
“Cuando quieres ya algo recreativo, que quieres que el THC se active, es cuando haces la descarboxilacion, que es cuando lo calientas o fumas”, me platica Rosalba que aparenta unos seis años debajo de sus 32. “Yo cuando preparo la mantequilla lo hago a muy baja temperatura porque no quiero que se active el THC, quiero mantenerlo en su forma natural lo más posible. He visto a gente que ha preparado mantequilla para brownies y casi casi está hirviendo la olla y me quiere dar una ataque. ¡No, lo estas quemando! Si quieres irte volando por la ventana pues dale, pero si quieres algo medicinal sí necesitas algo más bajito y por más tiempo”.
Me llama la atención que incluso tenga muy bien escogida el tipo de planta que mejor trabaja en su organismo. Duquesa, me dice que se llama, es una indica alta en CBD que acelera la inhibición de la nausea y abre el apetito. De hecho la consume cuando quiere sentirse relajada, dormir o no va a salir de casa y desea leer un libro. Ahora Rosalba también está interesada en el etanol para hacer tintura, pues contrario al alcohol, este no deja residuos que puedan irritarle el estómago.
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Una de las razones por las que Rosalba comenzó a preparar comida cannábica medicinal fue por lo limitado de la oferta en el mercado. En México no hay este tipo de comida a la venta y en California los dispensarios de cannabis venden mucho chocolate. Si bien Rosalba puede comer pequeños trozos de este alimento al día, excederse en la medida puede ser contraproducente para el síndrome de intestino irritable que padece.
“Cada paciente necesita una dieta adaptada y personalizada a ellos mismos”, me escribió en un correo electrónico la chica. Hace un año ella no podía comer huevo, nueces y semillas. Los evitaba por más que se le antojaran. Ingerir alguno de estos alimentos implicaba sufrir dolor estomacal y abdominal severos, nausea y diarrea. Sin embargo, gracias al tratamiento con cannabis, ahora puede consumirlos en pequeñas medidas. “Mi enfoque continua siendo (incorporar a mi dieta) las proteínas y maneras de sustituir la grasa animal por vegetal”, me aclaró líneas abajo.
Fue por eso que creó un omelet vegetariano con cáñamo, que le ayuda a mantener su peso. La receta incluye champiñones, que contienen proteínas y selenio —un antioxidante, detoxificador que previene riesgo de cáncer en el hígado—; aguacate, que proporciona grasas naturales; y quinoa, un cereal que abraza nueve de los aminoácidos esenciales: fibra, magnesio, vitamina B, hierro, potasio, calcio, fósforo y vitamina E. Su receta va así:
4 hongos.
4 tomates cherry.
1 cucharada tomates deshidratados en aceite.
1 rebanada de pan sin gluten (hecho con harina de arroz, quinoa y tapioca).
1 pisca de sal.
1/2 cucharada de cúrcuma.
1 aguacate.
2 cucharadas de corazones de cáñamo,
20 mg de aceite de oliva cannábico.
Rosalba calienta un sartén y tuesta el pan. Ya listo lo coloca en un plato y calienta el aceite de oliva cannábico. Agrega los champiñones y los cocína por cuatro minutos. Cuando estén suaves, añade el tomate cherry y cuece por dos minutos. Suma los tomates deshidratados y queso rallado. Quita del fuego hasta que el queso se gratine. Esparce los corazones de cáñamo encima. Sirve el omelete sobre el pan tostado, adorna con rebanadas de aguacate y acompaña con una taza de té.
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“Yo preparo mis propios platillos”, me platica. “Ahora que tengo que ser vegetariana, me enfoco en la proteína basada en la planta. Dos cucharadas de hemp son como seis gramos de proteína. El hemp me ayuda por la nutrición, por la proteína, y el cannabis necesito que se vaya directo al estómago y al colon. Esa es la razón por la que me lo tomo y me lo como”.
Sin embargo, Rosalba ha encontrado la manera de quitarle lo aburrido a la comida vegetariana al crear recetas con suficiente sabor, como su pastel de carne vegetariano que, asegura, puede confundir a cualquier comensal que no pueda comer grasas animales y creer que está comiendo carne de verdad. Además el cáñamo proporciona la misma cantidad de proteína. Ella lo prepara con:
1 taza de lenteja hervida previamente.
1/2 taza de garbanzo hervido previamente.
3 zanahorias ralladas.
1 cebolla picada.
120 gramos champiñones.
4 dientes de ajo picado.
3 tazas de caldo de verduras o agua.
1/2 taza de nueces picadas finamente.
1/2 taza de semillas de girasol.
1/2 taza de corazones de cáñamo.
1 taza de harina sin gluten (harina de garbanzo, arroz o papa).
1/4 de taza salsa de tomate o salsa Barbecue.
1 cucharada aceite de oliva.
2 cucharadas Worcestershire.
2 cucharadas de linaza molida.
1 cucharada de orégano.
1 cucharada de comino.
1 cucharada de pimienta.
1/2 cucharada de sal.
120 gramos de mantequilla o aceite cannábico.
La chica calienta el horno a 165 grados y prepara un refractario con papel pergamino. Luego vacía la linaza en un vaso con agua y deja reposar hasta que espese. Ralla las zanahorias y pica la cebolla, el ajo, los champiñones y las nueces. Calienta el aceite de oliva en un sartén y cuece la cebolla por tres minutos. Agrega los champiñones y las zanahorias y cocina por 10 minutos. Retira del fuego. En la licuadora muele las lentejas y garbanzo hasta obtener una masa. Mezcla todos los ingredientes en un tazón, agrega las especias, hierbas, linaza y cáñamo. Vacía la harina sin gluten sobre los ingredientes y gradualmente revuelve hasta que quede bien incorporado. Mezcla la salsa Worcestershire y la salsa de tomate, vacía sobre el resto de los ingredientes y los combina. Vacía la mezcla en el refractario preparado y lo deja en el horno por 40 minutos. Retira y corta en seis rebanadas. Sirve con un cuadrito de mantequilla cannábica encima.
“Así me la paso todo el día. Se me ocurre una cosa y luego estoy haciendo otra. Y llega mi mamá y me dice ¡Wow!, ahora sí te sentiste bien”, porque abre el refri y tengo como cinco cosas preparadas. Como me siento mal en ratitos y me siento bien en ratitos, me levanto y hago de comer no solamente para el momento; hago de comer para todo el día. Y así me la llevo. A veces preparo unos postres y los tengo para los siguientes tres días, y luego a la mañana siguiente hago para la próxima semana. Así me la paso todo el día, viendo recetas y luego se me antojó otra cosa. A la familia le encanta porque siempre hay algo que comer”.
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La comida cannábica medicinal también se ha convertido en una opción de negocio para Rosalba. En 2013, cuando enfermó, trabajaba como asesora de ventas por teléfono en una empresa de Texas. Sin embargo, el dolor y los mareos la orillaron a abandonar su empleo. Poco después, ya de este lado, en Monterrey, consiguió trabajo en Microsoft, en donde la hicieron renunciar luego de aplicar a todos los empleados un examen antidoping. Querían que dejara su tratamiento o que llevara un certificado médico para el consumo de cannabis y una orden del COFEPRIS, cuyo trámite es muy largo en México. Tampoco duró mucho tiempo como bartender en un restaurante de Monterrey porque prácticamente se desmayaba en cada rincón. Incluso en enero de 2016 una oportunidad de trabajo la hizo viajar a la Ciudad de México, pero nunca llegó a la cita. Una crisis la hizo terminar en la sala de urgencias del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Fue entonces que se involucró en el activismo en favor del consumo de la comida cannábica medicinal a través de Cannabitón (https://www.facebook.com/cannabiton/?fref=ts).
Ahora, en California, a donde la invito a vivir su mamá pues es más fácil conseguir el cannabis para su tratamiento, está desarrollando la marca Cocina 710 y ya la han invitado a varios farmers market, en donde les interesa que su pesto de cáñamo esté en tarros, listo para usar.
“El enfoque es el hemp pesto”, me cuenta con entusiasmo. “Nos ha ido muy bien, la gente que lo ha probado le ha gustado. Tiene la proteína, no es nada más la pura planta. Cuando fuimos al Museo del Cáñamo en el Senado (http://ladosis.org/articulos/canamo-para-todos-se-expone-en-el-senado-1/) hicimos garapiñado de hepm, de cáñamo. Era como cacahuate garapiñado. Una empresa de aceites que quiere trabajar con nosotros desea que pongamos esos productos, el garapiñado y el pesto; y también manejamos el hemp como barras de granola, galletas, pan especial de granos sin gluten. He preparado salsa como la Barbecue. Se pueden preparar muchas cosas. Es cocina”.
Rosalba es una de las personas que esperan que sea legalizada la marihuana en México. Para ella y otros miles que buscan un tratamiento alternativo a sus padecimientos, el acceso a la hierba con fines médicos traería una mejora en su calidad de vida.
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