En 1978, un grupo de trabajadores excavaron el suelo de Ticomán, al norte de la Ciudad de México, para construir la estación del Metro Indios Verdes y la zona de maniobras y talleres para convoyes. Cuando sacaban la tierra, unas rocas extrañas se interpusieron en el camino. Las piedras no se parecían a las otras que habían arrancado del subsuelo. Estas eran porosa y largas. Casi tenían el tamaño de una persona de pie. De inmediato arqueólogos del INAH se presentaron para registrar el descubrimiento. No tardaron en informar sus conclusiones: eran los huesos fosilizados de un mamut.
Se trataba del primer animal prehistórico que encontraban durante la construcción del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro. No fue todo. Mientras trabajaban para extraer los enormes restos descubrieron huesos más pequeños. No pertenecían al mamut que desenterraban, sin embargo parecían estar dentro de ese ejemplar. No era usual encontrar algo así. Los arqueólogos hicieron un estudio del depósito completo. El hallazgo fue extraordinario: estaban desenterrando una mamá mamut con su cría aún en el útero.
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Gracias a las excavaciones para construir el sistema de transporte más importante de la Ciudad de México, se ha desenterrado también su pasado. No solo se trata de pirámides, como la dedicada a Ehécatl, en la estación Pino Suárez, o piezas arqueológicas. También destacan los restos de estos gigantes —ancestros de los actuales elefantes— que pisaron hace mas de 10 mil años esta tierra.
“El Metro para nosotros ha sido una oportunidad de hacer grandes calas a lo largo de las rutas, de los transectos que tiene”, me platica el doctor Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de arqueología del INAH. “Eso nos ha permitido ir avanzado en qué había en épocas anteriores incluso a los asentamientos ya formales de la época mexica”.
Desde 1978, año en que el Metro desenterró los primeros mamuts en Ticomán, hasta 1995 cuando hallaron al más reciente durante la construcción de la estación Garibaldi de la Línea B, el STC Metro ha encontrado restos de 13 ejemplares.
“En el caso del Metro son 13 registros, entre excavación y exploraciones. Y son más de 20 restos de ejemplares de mamuts, completo e incompletos, o fragmentos de huesos, los que hay”, me aclara Martín Terreros, el arqueólogo del Metro de la Ciudad de México.
De acuerdo al doctor Pedro Francisco Sánchez Nava, quien ha participado en aproximadamente 28 hallazgos de mamut de los 34 que se tienen registrados en la CDMX y sus alrededores, en el metro se han encontrado también restos de otros animales que formaron parte de la fauna pleistocénica, como caballo, bisonte, camello, dientes de sable y aves.
En su página de Internet, el Metro informa que además de los talleres de Ticomán, las estaciones o tramos cercanos a éstas donde se han hallado restos de mamut, específicamente, son Talismán, Hangares, La Raza, Viveros, Pantitlán, Tezozómoc, San Joaquín, El Rosario, Tacubaya y Garibaldi.
“En la Línea 4 tenemos el famoso de Talismán, que incluso le da el logotipo a la estación. Encontramos uno, que fue muy bonito, muy completo, en la zona de Pantitlán y otro en el Peñón de los Baños”, me explica el doctor Sánchez Nava, quien intervino en el rescate de seis de los vestigios de mamut descubiertos durante las obras del Metro incluido el de la mamá mamut y su cría en Ticomán. “En la línea seis por El Rosario, más o menso enfrente del CCH, hallamos dos. En la Línea 8 se encontró otro cerca del Cerro de la Estrella. En la 9 otro en la estación Tacubaya. En la línea 7, por Río de San Joaquín, en la estación del metro, ahí se encontró otro. En Potrero se desenterró uno más. En ese sí participé. Encontramos un molar por los Viveros de Coyoacán en la Línea 3 sur. Y en Línea B hay un mamut, el de Garibaldi. Casi todas la líneas del metro tienen su mamut”.
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¿Qué cuentan los mamuts?
Se atribuye a los médicos forenses la frase “los muertos hablan”. Bien aplica la expresión a los huesos milenarios de mamut. ¿Qué nos cuentan los restos de estos gigantes sobre el pasado de la capital mexicana?.
“Nos han contado que este entorno fue un nicho ecológico en su momento, que no solo atrajo la presencia del hombre, sino también de este tipo de fauna”, me dice el coordinador de arqueólogos del INAH. “Nos han enseñado también que a través de cambios climáticos tan drásticos, las especies van muriendo”.
Hace 10 mil años, este pequeño punto en el centro de México que hoy se identifica con las letras CDMX estaba libre de autos, sin segundos pisos ni terrenos donde se disputara la construcción de un aeropuerto. Me platica el doctor Sánchez Nava que una buena parte estaba cubierto de agua proveniente de los cinco lagos que formaban el sistema lacustre de la Cuenca de México: el de Texcoco, al centro; los de Chalco y Xochimilco, al sur, y Xaltocan y Zumpango, al norte. Esto permitió que a las orillas de los cuerpos acuáticos se desarrollara un ambiente y clima favorables para que llegaran a habitarlo diversas especies de animales. El cambio radical de clima y las glaciaciones provocaron que los animales comenzaran a buscar espacios donde tener recursos para alimentarse. Es aquí cuando se encuentran con el hombre.
“Hubo una convivencia entre el ser humano y estas especies”, narra el arqueólogo. “No eran cazadores de mamuts. Más bien era: vamos a llevarlo a la orilla, que se comience a hundir. Entonces ahora sí, vengan y vamos a destazarlo y vamos aprovechar su carne. Seguramente los mamuts nunca aprendieron a nadar o eran tan pesados que se hundían en las orillas. Por eso se encuentran en este tipo de áreas donde ya son las riveras de los lagos, particularmente el de Texcoco”.
Los mexicas también encontraron restos de mamut. Fue tal el impacto que causó el hallazgo que es probable haya motivado el relato sobre la caída del primer sol. En él se cuenta que cuando Tezcatlipoca dejó de ser la el astro, todos los gigantes murieron comidos por tigres y no quedó ninguno. Tal vez para ellos los restos de mamut fueron un elemento que probaba esta leyenda.
El mamut de Talismán
En el interior de la entrada oriente del metro Talismán hay un capelo que ha perdido su transparencia por el maltrato del tiempo. Eso lo hace pasar desapercibido. No mucha gente se acerca para mirar lo que guarda. Sin embargo, aquellos que miran su interior ven a un antiguo habitante del norte de la ciudad. Acomodados sobre una superficie arenosa y de forma esquemática, ahí se exhiben los restos de un mamut desenterrado en 1978 mientras se hacía el tramo que va a la terminal Martín Carrera. En realidad es un espécimen en el que se utilizaron restos óseos de otros ejemplares para completarlo y la gente pudiera observar el esqueleto completo de este animal.
“Hay quienes dicen que son tres mamuts con los que se configuró el de Talismán, hay quienes dicen que son dos”, me comenta Vanessa Bohórquez López, responsable del área de Cultura del STC Metro. “Lo que se sabe es que como tal sí hay intervención y que uno de los riesgos importantes fue la decisión de dejarlo dentro de la estación. Y la parte importante: mucha gente ve que en la estación Talismán está un mamut, pero nadie sabe por qué se determinó esa iconografía”.
Las autoridades del INAH decidieron exhibirlo ahí porque estaba en condiciones de ser restaurado y completado. Aunque se encontraron otros en diversas estaciones éste fue la novedad. La gente del Metro pidió a Salvamento Arqueológico del INAH que se exhibiera en esa estación y ahí lleva 38 años, desde 1981.
“Parece que no es un ejemplar adulto sino joven. Los adultos llegan a medir entre cuatro y cinco metros de altura y peso de cinco toneladas. Un ejemplar más pequeño debe de estar de dos por tres metros”, precisa el arqueólogo del Metro Martín Terreros.
Pero, ¿por qué si el Metro tiene 13 registros de mamuts más o menos completos solo se exhibe uno? El costo es uno de los motivos, así como el mantenimiento.
“Es muy caro exhibirlos. Hay que tener condiciones idóneas de temperatura, humedad, en fin. Armarlos es sumamente caro. Hay que meterles almas de acero para ir armando el rompecabezas”, me comenta el doctor Sánchez Nava. “Debes tener el lugar adecuado. A eso hay que agregarle toda la parte del celulario. Al de Talismán hay que darle mantenimiento. Montarlo debe costar arriba de 100 mil pesos y luego ya tenerlo ahí en el lugar, se necesita algún responsable. Sí cuesta caro. Si te dijera que cuesta 50 mil pesos mensuales, a lo mejor”.
La estación Talismán es una de las menos concurridas de todo el sistema. Según las cifras de operación del Metro, en 2018 apenas circularon por ahí 2,020,237 pasajeros. En nada se compara con los más de 40 millones de viajes que registró Indios Verdes o los 26 millones que contabilizó la estación Zócalo. La poca afluencia, así como estar en una zona de ingreso provocan que las condiciones de temperatura del mamut no se modifiquen. De hecho, según me platica Vanessa Bohórquez, en las más recientes revisiones que realizó el INAH, el interés de los arqueólogos se centró en la proyección y la importancia de tener un mamut que pueda ser visto por la ciudadanía.
“También se puede entender como una réplica. El capelo no tiene las condiciones ideales para la observación, entonces hace que se vaya perdiendo el contacto con la gente porque ya no se puede ver con claridad el mamut. Y muchas veces será el único mamut que la gente conozca”, me platica la encargada de cultura del Metro.
Vanessa Bohórquez también comenta que hay un proyecto para mejorar la museografía del mamut de Talismán, que básicamente consiste en elevar la plataforma que sostiene las piezas óseas, cambiar la iluminación, montar en los muros aledaños información sobre el animal y la fauna pleistocénica y cambiar el capelo por ventanas arqueológicas.
“En este caso es un mantenimiento más de limpieza y conservación porque (los huesos) están hechos aclimatadamente para que tengan una larga vida”, me explica Bohórquez. “Las últimas reuniones que tuvimos con Salvamento Arqueológico, justo lo fuimos a ver para darle un mayor impacto a la zona del mamut”.
Sin embargo, aún no hay fecha para su ejecución.
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