- La historia de una niña que la sociedad no entiende y la trata como niño. No es un niño que quiere ser una niña. Es una niña que los otros no ven.
Hace unas semanas la española Ángela Ponce puso de cabeza al mundo porque participará en el concurso de belleza Miss Universo. El problema para muchos no es que sea bella o no, sino que es una mujer transexual. Es probable que Ángela de niña se sintiera como Martina, el personaje principal del libro infantil La niña que no veían, del escritor uruguayo Gastón Rosa.
Martina es una niña de seis años que vive con su familia en una pequeña ciudad. Algunas veces ella siente que la tratan diferente y no entiende por qué. Tal vez porque es muy buena para correr, por ejemplo, y por eso la ponen en el equipo de los niños. A lo mejor su tía la creativa se confunde y le regala cochecitos de juguete igual que a su hermano, aunque a ella no le interesan mucho. El mundo adulto no comprende que ella siempre ha sido una niña, aunque cuando nació pensaron que era varón y la llamaron Martin.
“El cuento es una historia muy simple y cotidiana: una niña que la sociedad no entiende y la trata como niño. No es un niño que quiere ser una niña. No hay un querer: es una niña que la sociedad no entiende. Es un cambio de chip. Hay niñas con pene, hay niños con vagina, porque la genitalidad no es lo que nos define, es lo que nos determina un rol que es artificial”, me cuenta Gastón en una rápida visita que hace a México para presentar su libro.
Interesado en los temas de inclusión, Gastón Rosa comenzó hace poco más de un año a trabajar en este proyecto. En ese momento en Uruguay se discutía la Ley Integral para Personas Trans, la cual busca proteger, garantizar y consagrar derechos para transexuales, incluidos los menores edad, como la atención médica para realizar la transición y el cambio de nombre y sexo de acuerdo a la identidad autopercibida sin necesidad de un juicio. La ley fue aprobada en octubre pasado.
“Ahí identifiqué que la infancia era un punto a discutir. La idea fue aportar a eso, también como una manifestación política. Tratar de incidir en esa ley en esa discusión para que se incluyera a la infancia. Es una ley muy interesante porque es integral. Desde los 14 años pueden hacer su cambio de registro”, me platica el escritor.
Para Gastón hay dos puntos que cubre esta historia. Primero la empatía, que cualquier niño o niña pueda entender al otro como diferente. Y que puedan eliminar los miedos y prejuicios que les mete el mundo adulto.
“Se trata de meterles otro discurso, que no sea prejuicio y miedo, sino una historia de empatizar, y también entenderte a ti mismo, niño o niña como diferente. Y entender que eso que sientes, que es diferente, está bien, que es para celebrarlo, para estar orgulloso”.
Dando una hojeada al libro uno puede notar que no es solo un cuento para la infancia. Está dirigido a cualquier persona, incluso aquellos que disienten con las personas transexuales.
“Es una niña que la están excluyendo, que la pasa mal, que no entiende. En todos sus grupos, la familia, en la escuela, sus amigos, todos la excluyen y la expulsan. Y creo que con eso cualquier persona empatiza por más que no esté instruida en determinados temas o que no pueda conciliar con ciertas realidades. Si uno le dedica tiempo y tiene cierta disposición a entender el tema, lo puede entender porque no es nada complejo”, explica Gastón.
En México hace un año se volvió emblemático el caso de Sophia, una niña trans de seis años. Su familia, con ayuda de la asociación civil LEDESER, logró la modificación de su acta de nacimiento y cambiaron su nombre e identidad de género en el Registro Civil sin necesidad de un juicio. Sin embargo, aún no existe una legislación que respalde las infancias trasn y evite que sean discriminados o estigmatizados o que sea más fácil que cuenten con un acta de nacimiento que vaya de acuerdo con su personalidad.
“Lo que entristece es la realidad actual, la expulsión. Las infancias trans que conozco son plenas y felices, pero antes de su transición no lo eran. Me entristece que esas infancias estén reprimidas”, me dice Gastón. “También imaginar qué pasa en la cabeza de un niño o una niña, tener que salir del closet, estar pensando cómo le planteo a mi mamá, a mi papá que en realidad me siento así. Hay un chingo de alambres en el tema y muy poca empatía. La genitalidad no define el rol y nosotros somos más que genitales. Eso es lo que esta mal. Y está enfermo, que somos como ganado y de acuerdo a nuestros genitales es lo que tenemos que hacer en la sociedad, lo que tenemos que decidir y hacer más allá incluso de nuestra felicidad y nuestra plenitud”.
La niña que no veían es una publicación independiente que se puede encontrar durante las presentaciones o a través de la página de Facebook incluso.creativo dando click Aquí.
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