Subió pausadamente los escalones que conducen al atrio de la iglesia. El compositor Arturo Márquez portaba una chamarra de piel tipo cazadora y un sombrero estilo jipijapa, de esos de media ala fabricados con hojas trenzadas de palmera que van rematados con una cinta oscura. Pasaban las seis de la tarde. Su figura alta y su halo de artista lo hacían destacar entre la multitud. Apenas se percataron de su presencia, un par de chicas lo abordaron para pedirle que les concediera una foto con ellas. Él accedió gustoso.
Aquella tarde de julio de 2013 era la primera vez que el maestro Márquez visitaba Santa María Tecuanulco, una tierra de músicos enclavada en la serranía de Texcoco. Fue invitado para participar como jurado del concurso de bandas sinfónicas que año con año se realiza con motivo de la fiesta del pueblo.
Para situarnos en la acción es menester decir que Tecuanulco es una pequeña comunidad de origen prehispánico. Se trata de un pueblo muy reconocido en el centro de México por la calidad de sus artesanos florales y, sobre todo, de sus músicos, que son parte importante de bandas sinfónicas en alcaldías de la CDMX, como Iztapalapa y Azcapotzalco, y de bandas municipales. como las de Nezahualcóyotl y Tlalnepantla. También varios de ellos tocan en orquestas como la Sinfónica Nacional, de Ópera de Bellas Artes, del Instituto Politécnico Nacional y la Filarmónica de la UNAM.
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Después de varias fotos Arturo Márquez entró a la iglesia y caminó por el costado izquierdo casi hasta llegar al altar. Miraba atentamente hacia arriba y a su alrededor. Su rostro no podía disimular la admiración por la cantidad y hermosura de los arreglos florales que decoraban el interior del templo.
Mientras tanto, las bandas concursantes —una de la comunidad vecina de Santa Catarina del Monte y otra del pueblo de San Felipe Otlaltepec, del estado de Puebla— hacían las últimas afinaciones a sus instrumentos. Participarían precisamente interpretando la obra más conocida del maestro Márquez: el Danzón número 2, pieza que solamente es antecedida en fama por el Huapango, de José Pablo Moncayo, la obra sinfónica nacionalista por antonomasia.
Antes de que el maestro Márquez saliera de la iglesia lo abordo:
—¿Cuál es el espíritu del Danzón número 2? —pregunté al maestro Márquez antes que saliera de la iglesia.
El espíritu es de esperanza —contestó—. La obra nace de la esperanza de crear una música que fuera un tributo a nuestras tradiciones, a los salones de baile de México, a las plazas de Veracruz y a los bailadores. Pero también nace como esperanza de que haya más justicia en este México nuestro. El Danzón número 2 lo compuse en 1994, justo en los meses donde había un levantamiento zapatista en Chiapas. Y ese evento junto con el amor que traía por el danzón es lo que conforma la obra.
Al salir de la iglesia Arturo Márquez se dispuso a ocupar su lugar como juez del concurso de bandas, la cereza del pastel de la fiesta religiosa. Una nube de admiradores lo rodeó. Pretendían saludarlo e inmortalizar el suceso con sus cámaras. “Tenemos aquí al Revueltas de nuestros días”, dijo uno de los músicos organizadores del concurso.
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Por fin comenzó el concurso. Primero una competencia entre solistas de ambas bandas con la interpretación del Concierto para Clarinete No. 2 de Carl Maria von Weber. Enseguida la banda de Puebla comenzó a entonar el Danzón número 2. Tras varios minutos de aplausos tocó el turno a la banda de Santa Catarina del Monte. El maestro Márquez escuchaba complacido su tan querida composición.
Al término de las interpretaciones y luego de una breve deliberación se concedió el primer lugar a la banda y al solista de Santa Catarina del Monte. Arturo Márquez tomó el micrófono. El bullicio y los aplausos cesaron por completo. Apenas dio el saludo de buenas noches y las palmas no se dejan esperar. Emocionado, el compositor retomó el aliento y continuó con su discurso:
Me siento especialmente contento de estar entre familia…
Y de nueva cuenta los aplausos prolongados lo interrumpieron. Visiblemente conmovido y con la voz entrecortada de la emoción logró terminar su intervención.
Estoy gratamente sorprendido del amor que en Tecuanulco le tienen a la música.
Casi las nueve de la noche, luego de la entrega de trofeos y la inevitable sesión de fotos, todo indicaba que el concurso de bandas llegaba a su fin. Sorpresivamente y fuera de programa, el maestro de ceremonias hizo un anuncio:
—En reconocimiento a la calidad de los músicos que participaron y en agradecimiento a la calidez que el público le brindó, el maestro Arturo Márquez, dirigirá su propia obra con la banda ganadora del concurso.
El júbilo de los asistentes tomó nuevos bríos y aquellos que ya disponían la retirada regresaron presurosos. Estaban seguros que presenciarían un momento histórico.
Por tercera ocasión en aquella noche del 22 de julio de 2013 sonó el Danzón número 2 en el atrio de la iglesia de Santa María Tecuanulco. Cómo habrá sido de especial aquella última interpretación, que hasta un neófito de la apreciación musical como yo, perfectamente pudo distinguir que se trataba de algo sublime e irrepetible.
En estos días aciagos que nos está tocando vivir no está demás escuchar nuevamente el Danzón número 2 y recordar que su espíritu nace de la esperanza de que haya más justicia en este nuestro México. Adelante.
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