Hace unos años el escritor y periodista Humberto Musacchio leyó a su clase un texto que escribió el editorialista José Alvarado en la revista Siempre!, sobre lo ocurrido el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco:
“Había belleza y luz en las almas de los muchachos muertos. Querían hacer de México morada de justicia y verdad, la libertad, el pan y el alfabeto para los oprimidos y olvidados. Un país libre de la miseria y el engaño…”.
De repente empezó a titubear. Se quitó los lentes, los volvió a colocar en su rostro. Carraspeó. “Y ahora son fisiologías interrumpidas dentro de pieles ultrajadas…”.
Mientras leía, Musacchio recordaba las escenas que le tocaron vivir. Él estuvo en medio de la ráfaga, del fuego cruzado en aquella plaza que ha sido escenario de varias masacres. Vio cuerpos sangrantes, escuchó voces heridas, sintió la muerte y el puño de la represión. “Algún día habrá una lámpara votiva en memoria de todos ellos…”. El periodista no pudo más. La voz se le quebró. Pidió que una compañera del taller siguiera con la lectura.
Por primera vez, luego de los kilómetros andados durante los años de marchas conmemorativas, de gritar a todo pulmón consignas para que el suceso no se convierta en un no me acuerdo, de recordar a los caídos esa noche; todos los ahí presentes, los alumnos de Musacchio, comprendieron lo que realmente significa la frase “2 de octubre no se olvida”.
Setenta personas, entre políticos y militares fueron investigados por la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), creada por Vicente Fox en el año 2000 y desaparecida en 2007, sobre su responsabilidad en la matanza de Tlatelolco.
Tiempo después Humberto Musacchio reclamaba en una de sus columnas que los culpables de aquel crimen de Estado se han ido muriendo sin que uno solo haya pisado la cárcel. “Todos ellos se han mantenido en la más cabal y aberrante impunidad”, escribió.
Estos son cinco responsables del 68.
Gustavo Díaz Ordaz
En una entrevista para Excélsior, Gustavo Díaz Ordaz Borja señala que su papá se hizo responsable de las decisiones que tomó el gobierno y que desembocaron en la matanza del 2 de octubre de 1968. Sin embargo, el ex presidente no se consideraba a sí mismo culpable. De hecho responsabilizaba a Luis Echeverría, a otros funcionarios de su Gobierno y a los líderes estudiantiles.
“Siempre las asumió, ética, moral, políticamente, toda esa responsabilidad”, dice Díaz Ordaz Borja. “Pero no asumió la culpabilidad. La culpabilidad alguien la tuvo. Mi papá, yo creo que en el fondo, hasta donde yo siento, pensó que habían sido los líderes”.
En la famosa conferencia de prensa ofrecida en 1977 para anunciar el nombramiento de Gustavo Díaz Ordaz como embajador de España, el reportero Rafael López le hizo una pregunta referente al 2 de octubre, que calificó como un hecho que ensombreció la historia de nuestro país. “Hay un hecho que ensombreció la historia de unos cuantos hogares mexicanos”, respondió el ex presidente colérico.
Gustavo Díaz Ordaz murió el 15 de julio de 1979 en la Ciudad de México. El cáncer de colon que le aquejaba le hacía sufrir fuertes dolores abdominales. Recibió un homenaje póstumo en la Cámara de Senadores.

Luis Echeverría Álvarez
En 2006 la resolución judicial 344/2006 ordenó enjuiciar al ex presidente Luis Echeverría e iniciar un proceso por genocidio. Echeverría fue señalado como la persona que concibió y planeó “diluir en su totalidad” al Consejo Nacional Huelga en 1968, cuando era Secretario de Gobernación. Incluso también tuvo que responder por la matanza del 10 de junio de 1971, conocida como “el halconazo”.
Debido a su edad, durante el juicio tuvo que enfrentar prisión domiciliaria. En 2009, un tribunal federal decretó libertad absoluta y lo exoneró de los cargos de genocidio.
A Echeverría también se le considera el cerebro del golpe al diario Excélsior, del cual fueron echados en 1976 Julio Scherer y su equipo en un movimiento presuntamente manipulado por el Gobierno.
Luis Echeverría Álvarez tiene 96 años y, según su hijo, goza de la salud normal de un hombre de su edad.

Julio Sánchez Vargas
El 24 de septiembre de 2002 el ex procurador general de la República, Julio Sánchez Vargas, estaba de frente a Ignacio Carrillo Prieto, quien presidía la extinta Femospp. Se le acusaba de haber convalidado las investigaciones y detenciones realizadas por otras dependencias del Ejecutivo Federal durante el movimiento estudiantil de 1968.
Carrillo preguntaba y Sánchez Vargas solo miraba con el ceño fruncido. El hombre se acogió a su derecho constitucional de no responder a las 150 preguntas que le hizo el fiscal especial sobre su participación en la represión de los estudiantes. Lo que sí declaró fue que las denuncias formuladas en contra de “diversos funcionarios de la administración pública” eran “infundadas e improcedentes”.
El 19 de septiembre de 2005 la Femospp solicitó su aprehensión por considerarlo responsable de los delitos de genocidio y desaparición forzada. A partir de entonces la salud del ex procurador comenzó a menguar. La orden de aprehensión fue negada por un juez y cuando la Fiscalía apelaban ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Julio Sánchez Vargas murió de un paro cardiaco. Era 8 de diciembre de 2005.

Fernando Gutiérrez Barrios
En 2006 la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desclasifico documentos del gobierno de Estados Unidos. El periodista Jefferson Morley obtuvo algunos y hoy están disponibles en la National Security Archive de la Universidad George Washington. Ahí se lee que el agente con nombre clave LITEMPO-4, era un funcionario mexicano al que apodaban El Pollo. Se trataba de Fernando Gutiérrez Barrios.
Luego del asesinato de John F. Kennedy, en 1963, Gutiérrez Barrios apoyó en su investigación a Winston Scott, el principal hombre de la CIA en México, interrogando a mexicanos que tuvieron contacto con Lee Harvey Oswald. Años antes, en 1953, fue el agente que detuvo personalmente a un joven guerrillero que se preparaba en nuestro país para iniciar la revolución en el suyo: Fidel Castro. Para 1968 Fernando Gutiérrez Barrios era la cabeza de todos los organismos de inteligencia del gobierno de Díaz Ordaz.
En el libro Los patriotas: de Tlatelolco a la guerra sucia (2004), escrito por Julio Scherer y Carlos Monsiváis, se narra que entre los miles de documentos archivados sobre el movimiento del 68 en el Archivo General de la Nación, encontraron un papel singular. En él se lee:
“Los de ‘guante blanco’ son la brigada de 120 formada hace unas semanas por el Cap (sic) Gutiérrez Barrios, con elementos de la Dirección Federal de Seguridad, Policía Judicial Federal, Policía Judicial del Distrito Federal e Inspección Fiscal”.
En 1998 fue acusado ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) de genocidio. Se pedía castigo como uno de los responsables de la matanza del 2 de octubre de 1968. Un par de años después dijo que los hechos fueron consecuencia de una “atmósfera de tensiones, potencialidades y rupturas” y que “el gobierno instó en preservar el orden institucional, y los grupos de manifestantes, por su parte, en mantener sus demandas. Se trataba de dos lenguajes, de dos universos políticos distintos”.
Gutiérrez Barrios murió el 1 de septiembre de 2000 luego de una intervención quirúrgica. Desde 1991 el municipio veracruzano donde nació se llama Alto Lucero de Gutiérrez Barrios.

Luis Gutiérrez Oropeza
“El general fue quien ordenó disparar a discreción el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco”, acusó Salvador del Toro Rosales —el agente del Ministerio Público que presentó conclusiones acusatorias contra líderes estudiantiles del 68— a Luis Gutiérrez Oropeza, ex jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), durante su comparecencia en 2002.
La participación de Gutiérrez Oropeza está documentada en archivos de la National Security Archive, desclasificados en 1997 por el gobierno de Estados Unidos. Revelan que aquella tarde del 2 de octubre ignoró las órdenes del general Marcelino García Barragán, Secretario de la Defensa. “Mi general, de orden superior, envié 10 oficiales del EMP armados con metralletas para apoyar la acción del Ejército contra los estudiantes revoltosos”, confesó Gutiérrez Oropeza a García Barragán.
“Yo no participé en esos hechos, ni di órdenes a esos mandos ni mucho menos estuve en ese lugar”, declaro Gutiérrez Oropeza ya retirado al diario Crónica, en 1998. Al poco tiempo fue incluido en la denuncia penal por su responsabilidad en la matanza de Tlatelolco.
En 2007 murió convencido de que la actuación del gobierno federal en la Plaza de las Tres Culturas permitió al país años de estabilidad, “y eso que muchos critican que es la mano firme”, declaró su hijo.
Marcelino García Barragán
El libro Parte de Guerra (1999), escrito por Julio Scherer y Carlos Monsiváis, recopila documentos donde se expone que entre las siete y las ocho de la noche del 2 de octubre, García Barragán, Secretario de la Defensa con Díaz Ordaz, supo que en edificios aledaños a la Plaza de las Tres Culturas hubo francotiradores del Estado Mayor Presidencial, que dispararon sobre asistentes al mitin estudiantil y los soldados que ocuparon la plaza.
El general cuenta que el propio Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial, le informó lo sucedido por teléfono, cuando le solicitó la libertad de uno de sus elemento detenido en Tlatelolco. Luego García Barragán ordenó recoger los cadáveres de la Plaza de las Tres Culturas y aceptó el parte informativo donde se comunicó que murieron 38 civiles y cuatro militares.
Murió el 3 de septiembre de 1979.
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- Periodista, editor y productor de radio