La incertidumbre de no saberte con vida. Así iniciaron los minutos posteriores del temblor del 19 de septiembre. Las líneas telefónicas estaban muertas, la vialidad era lenta e imposible, el metro abarrotado. Las avenidas se volvieron banquetas donde las personas caminaban en procesión, sin cantos, quizá sólo rezos interiorizados. Madres que desde el Estado de México, conocido como Estado dormitorio, viajaban hacia la Ciudad de México para encontrar a sus hijos estudiantes. Las calles estaban inundadas de polvo y de rostros desconcertados, perdidos, angustiados, ¿por qué un 19 de septiembre? Era la sorpresa de abrir la herida en el mismo lugar con la misma situación, el mismo dolor. Quién iba a imaginar que 32 años después del terremoto del 85, aquellas anécdotas se hilarían con nuevas representaciones.
Mujeres y hombres levantaban piedra a piedra los escombros de edificios que habían caído. “¡Agua, agua! ¡Necesitamos mucha agua para los rescatistas!”, gritaban. En los lugares afectados había llanto, miedo, tristeza, pero también entrega de aquellos que intercambiaron el celular por botes que pasaban en largas filas para recoger todo, para salvar a todos y todas. Buscaban salvar a alguien que sin rostro, voz ni identidad estaba bajo escombros.
En las noticias decían que algunos edificios habían colapsado, sin saber cuales exactamente. Las redes sociales ayudaron a socializar la información para así movilizarse y ayudar. Uno de los edificios que cayó a escasos segundos de iniciar el temblor de 7.1 grados, fue el ubicado en la calle Bolívar número 168, esquina con Chimalpopoca, de la colonia Obrera. Ese que ha dado mucho que hablar porque destapó corrupción, negligencia y opacidad por parte del gobierno. Era un edificio peligroso desde el 85.
“¡Se cayó todo, se cayó todo!”, gritaban personas que corrían entre las nubes de polvo que tapaban la esquina de Chimalpopoca. Cuando el ambiente se limpió había un escenario catastrófico, todo se había derrumbado; solo una antena estaba fuera de los escombros. Una alarma de auto y los gritos de mujeres que buscaban a sus hijos en la Escuela Primaria Simón Bolivar, a un lado del edificio derrumbado, enmarcaban la situación.
Un puñado de personas comenzó a ayudar, levantaban los escombros con la esperanza de encontrar vida, aunque no tenían idea de que era ese lugar ni cuántas personas estaban ahí. “En ese momento, las personas decían que eran oficinas, yo nunca había visto algo, incluso pensé que sólo vendían ropa en la parte de abajo y que lo demás estaba abandonado”, menciona Raúl, quien vive a unas cuadras del derrumbe.
Los rumores se fueron regando cada vez más rápido, se decía que en todo el edificio había una fábrica de textiles, incluso así fue conocido ese lugar por diferentes medios de comunicación, ya que el gobierno no aclaraba ni daba dato alguno sobre ese edificio.
20 de septiembre
El entorno de la Fábrica de textiles ya estaba acordonado, miembros de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) comandaban la entrada y salida del lugar. La presencia del ejército ya era notable. Mientras tanto, la sociedad civil y rescatistas seguían en labor. Dos cadenas humanas pasaban botes con escombros para lograr depositar los restos de material en un camión. El sol golpeaba los rostros de mujeres y hombres que habían ido a relevar al voluntariado del día anterior. Cuando llegaba el momento de callar, los puños direccionaban hacia el cielo, mientras que la mirada de jóvenes, en su mayoría, esperaban ver el renacer de una persona. Sus rostros desencajados comunicaban el deseo de sentir la vida. Desde que se dio el movimiento telúrico, manos no faltaron. La sociedad civil se solidarizó durante horas y días en el lugar. Se iban y entraban más. “No, ahorita no pueden pasar, pueden checar allá por Portales, ahí hace falta ayuda”, decía un joven que se encontraba en la entrada. Chimalpopoca no estuvo sola, la sociedad mexicana la abrigó.
21 de septiembre
La organización para entrar y brindar ayuda de especialistas y voluntariado estaba mejor planeada, incluso ya había filas para entrar. Empero, la situación seguía siendo complicada: había personas con muchas horas de espera. En un principio la segmentación por roles y estereotipos de género se hizo visible pues pedían a los hombres pasar a los escombros y a las mujeres al área de cocina, lo cual molestó tanto a hombres, que pretendían ayudar de otro modo que no involucrara su espalda por anteriores lesiones, como a algunas mujeres.
La Brigada Feminista fue punto clave para este lugar, ya que exigían información concreta sobre cuántas personas se encontraban bajo los escombros, así como de quienes seguían con vida. Sin embargo, la respuesta por parte de las autoridades fue nula, no hablaban, no informaban, estaban silenciadas. La sociedad civil sólo contaba con la información extraoficial. Se sabía que:
—Era una fábrica textil (no se mencionaban otros comercios que también se encontraban ahí).
—Se presumía un problema migratorio y la explotación laboral contra las mujeres, así como violación de derechos humanos.
—Se decía que en la fábrica laboraban personas del centro y sur de América.
—Se hablaba de un jefe que era judío.
—Se mencionaba el uso de maquinaria pesada desde la noche del miércoles.
—Entre los escombros había mujeres asiáticas, además de las mexicanas. (Un joven, amigo de una asiática me proporcionó una lista de las personas que, según él, trabajaba con su amiga, de la cual tampoco se sabía nada).
Mientras tanto, adentro, la organización de la sociedad civil era mejor. En la entrada mujeres de diferentes colectivos feministas separaban herramienta y equipo para voluntariado y rescatistas. Las personas no podían pasar sin casco, guantes, cubre bocas, chalecos, lentes de construcción y botas, incluso con impermeable en caso de lluvia. Una vez equipadas, las personas pasaban con una señora que les repartía una pastilla de Paracetamol y Aspirina en caso de dolor. Después un voluntario les asignaba una tarea.
Las carpas de alimentos eran generosas: arroz, chilaquiles, tortas, mole, enchiladas, pan de dulce, pasta, tacos. Tenían muchos alimentos, incluso, mucha comida se echó a perder. Carretillas con agua, suero y energetizantes recorrían cada rincón del espacio cercado con el fin de mantener hidratado a quienes buscaban vidas.
Por otro lado, mujeres de una dependencia gubernametal separaban y guardaban en bolsas negras ropa y zapatos, así como artículos personales, de los cuales se desconocía si pertenecían a las personas bajo los escombros o si eran parte de la mercancía que tenían en el edificio.
Es verdad que la juventud era en su mayoría quienes brindaron apoyo en todos los puntos rojos del temblor del 19 de septiembre. Sin embargo, en Chimalpopoca también había hombres y mujeres de edad adulta; ancianos que no paraban de repartir comida, dar medicamentos, incluso algunos de recoger escombros. Manos arrugadas tomaban los mazos, las palas y las carretillas. Sus miradas comunicaban un dolor más profundo pues algunos vivieron el terremoto de 1985, quizá algunos perdieron familia, casa, amigos, escuela, vecinos. Ellos eran la voz de la experiencia “lo mejor es no enojarse”, “el Gobierno siempre quiere romper, no se dejen, sigan organizadas, indicó un señor que empolvado entregó su equipo para salir.
22 de Septiembre: Enfrentamiento, rumores, sótano y robo
Conforme transcurría el día los rumores crecían. Para las personas que se encontraban adentro de la zona cero, la existencia de un sótano era imposible pues el lugar ya no tenía piedras, ni material que ocultara un hueco o espacio en el piso. Sin embargo, afuera se rumoraba que una señora había llegado al lugar “llorando, exigiendo que sacaran a su marido que estaba en el sótano, que él le dijo que iba para el sótano”.
Conforme la sociedad civil exigía información a los elementos de la SSP-CDMX, los ánimos se desbordaban: los policías y la sociedad civil se enfrentaba con palabras. Un hombre, también voluntario, dio la orden de que pasara al menos un grupo de personas, lo cual provocó la furia de algunos elementos policiacos, quienes insultaron y amenazaron con detenerlo “quién manda aquí, sí sabes quién puede dar órdenes o no, te voy a remitir”, indicaba uno, mientras otro grababa. Ante la agresión una mujer que también llevaba tres días en el lugar les gritó: “Ustedes no van a remitir a nadie, se hubieran puesto a picar piedra, sólo estuvieron parados que porque no les correspondía”. La señora, sin duda, también recibió violencia verbal.
El ambiente vibraba en caos e incertidumbre. Mientras más personas de afuera seguían en discusión con la policía, adentro, donde estaba ubicada la herramienta y equipo, dos camiones de carga se estacionaron para llevarse todo, personal supuestamente del DIF comenzó a cargar los camiones de cantidades excesivas de: cascos, guantes, picos, martillos, mazos, discos, material para los perros de rescates, lámparas, baterías, Diesel, botas, pantalones, lentes, chalecos, impermeables, cuerdas, escaleras, carretillas… Material donado por la sociedad civil.
Un sujeto se burlaba de las mujeres que trataban de impedir que se llevaran el material, “esto no es de ustedes, es de la sociedad civil, ¿por qué se lo llevan?”, decían ellas. La situación también se salió de control ya que algunos policías impidieron que el material fuera entregado a la sociedad civil por parte de las mujeres que se oponía al supuesto robo. A raíz de esto, la confrontación se hizo más grande. Algunos elementos de la SSP a patadas, empujones y corretiza reprimieron a personas de la sociedad civil, provocando así la desarticulación del lugar.
“A nosotras ya nos había llegado el rumor de que se llevarían todo, por lo que empezamos a contar cuántas cosas había, pero con el conflicto y la tensión, paramos. De pronto comenzaron a subirse el material, sin aviso, a dos camiones. Nosotras tratamos de impedirlo, pero los policías nos decían que si tomábamos algo nos remitirían, incluso por emitir una grosería. El personal del DIF se llevó las cosas sin descaro enfrente de las autoridades de la SSP. Para poder salir, un policía nos ayudó”, indicó una mujer feminista.
La página de un colectivo de mujeres presentó un comunicado detallado los actos violentos ocurridos en Chimalpopoca, además de un video prueba del presunto robo. Intentamos contactarnos vía telefónica con el DIF, sin embargo jamás nos respondieron, sólo una canción de espera acompañaba nuestros numerosos intentos por comunicarnos. Durante esta búsqueda sólo rescatamos el testimonio de un funcionario relacionado con la dependencia, quien no negó ni afirmó las acusaciones contra el DIF, solo indicó un “no creo”.
Hasta el momento se desconoce el rumbo de toda la herramienta y equipo de trabajo.
Información retenida
Las autoridades guardaban silencio. Desconocían supuestamente los datos de cuántas personas habían dentro de los escombros. No había nombres, ni familiares visibles. Una semana después, un voluntario afirmó que sí se tenía un centro de información, sin embargo, la condición era mantenerla en privado. Únicamente podría ser compartida con familiares de las víctimas. ¿Por qué guardaron esa información durante todo ese tiempo? ¿Si la hubieran mantenido pública y transparente se hubiera evitado el enardecido crecimiento de rumores?
Hasta el momento se desconoce el nombre del propietario del edificio derrumbado en Chimalpopoca. La periodista Marcela Turati informó en la revista Proceso , que desde 1985 el edificio estaba marcado como inhabitable, inaccesible, “aun así, en los años 90 albergó tres áreas del Registro Federal de Electores, que desalojó por sus fallas estructurales. Después fue la Procuraduría Agraria, que usó como oficina, y en ese tiempo supuestamente pasó varias verificaciones de seguridad”. También menciona que en 2004 el Cenapred había indicado que el edificio estaba mal diseñado, lo que podría poner en riesgo la vida de sus trabajadores, razón, por la que la Procuraduría Agraria dejó el lugar. Entonces ¿por qué se volvió a ocupar este edificio? ¿Quién lo rentaba? ¿Dónde está el responsable?
Más empresas
El edificio albergaba las siguientes empresas:
—Compañía Línea Moda Joven, donde se diseñaba y confeccionaba ropa para New Fashion, Foley’s y Shasa, abierta desde 2012, Jaime Askenazi era el dueño.
—ABC Toys Company S.A. de C.V, oficinas. Amy Huang Hsien Yu, de 23 años, era la propietaria.
—Empresa textil New Fashion.
—Dashcam System’s, venta e instalación de cámaras de seguridad en vehículos. Propiedad de José Lin Chia Ching, de origen taiwanés.
—SEO Young Internacional, se producía bisutería para ropa.
Se nombra para que exista
Actualmente se habla de 21 personas que perdieron la vida, sin embargo se desconoce cuántas se salvaron y cuántas desaparecieron. Siguen sin nombrarse. Hasta el momento sólo hay cifras que invisibilizan las vidas que representan cada número oficial. Se dice que al menos en cada empresa del edificio había 20 personas laborando. Los nombres de mujeres y hombres de nacionalidad mexicana siguen sin ser públicos, a excepción de Irma Sánchez Ramírez, cuyo cuerpo fue encontrado el 21 de septiembre, e Irma Chávez Martínez.
Foto Portada: Colectivos Feministas
- Periodista, activista por los derechos de las mujeres y grupos vulnerados. Feminista
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